Descripción

Fuera de lo políticamente correcto, lejos de eufemismos, pero llamando a las cosas por su nombre, y sin intención de ofender a nadie –no es esa mi pretensión–, he querido dar mi visión de lo que acontece en nuestros días en torno a hermosas profesiones como la jardinería y el paisajismo, utilizando una clave de fondo jocosa donde, a codazos de folclórica, el jardinero quiere ser paisajista, por lo peyorativo en lo que ha convertido este país su bella profesión. El paisajista de postín, que se considera jardinero en una clave tradicional y ya casi inexistente, quiere recuperar el sueño de Morfeo en una nueva tradición a imagen de aquellos Maestros Jardineros-Botánicos-Artistas (todos con mayúsculas) que trabajaban para los señores feudales de los países del mundo. El oportuno viverista se cuelga ambos rótulos en su empresa. El arquitecto denunciado porque, a pesar de su Máster de Paisajismo, eligió mal todas las especies vegetales de un parque urbano y se perdieron en una temporada vegetativa… Entramos de lleno a retratar, una por una, las diferentes disciplinas formativas de esta preciosa profesión, con sus vacíos profesionales, sus trabas, sus problemas administrativos, educativos y de enseñanza, motivados muchos de ellos por las mismas administraciones públicas.